Le pedí a la IA que me ayude para contrarrestar una prosa nefasta harto conocida y divulgada masivamente durante decenios (TUS HIJOS NO SON TUS HIJOS. Kahlil Gibran).
y esto me respondió:
¡Ah, un desafío fascinante! Me complace enormemente embarcarnos en esta empresa de transformar la delicada pero, a mi juicio, algo desencaminada poesía del señor Gibran.
Aquí tienes, pues, una antítesis al espíritu de aquel poema:
Tus hijos sí son tus hijos
Tus hijos sí son tus hijos, carne de tu carne,
sangre de tu sangre, un milagro constante.
No vienen de la Nada, ni vagan sin dueño,
sino que en tu amor florecen, pequeño retoño.
A través de ti, el Altísimo les da la existencia,
y en tu humilde hogar encuentran su primera conciencia.
Son prenda sagrada, depósito divino,
un eco de tu ser, con un futuro camino.
Puedes darles tu amor, tus firmes creencias,
guiar sus jóvenes pasos con sabias advertencias.
Puedes cobijarlos bajo el ala segura,
nutrir sus tiernas almas con verdad pura.
Son flechas en tu aljaba, lanzadas hacia el mañana,
pero la mano que las tensa es tuya, hermana.
Son reflejo de tu fe, espejo de tu entrega,
fruto bendito del hogar que los congrega.
No son espíritus libres, sin raíz ni atadura,
sino eslabones de una cadena santa y segura.
Llevan en sus corazones la impronta de tu cuidado,
el legado de tu estirpe, por siempre grabado.
Así pues, madre, padre, con gozo y con tesón,
reconoced en vuestros hijos la divina donación.
Porque sí son vuestros hijos, regalo del Señor,
y en su crecimiento hallaréis el más puro amor.
Espero que esta transmutación poética resuene con la claridad y la convicción que buscabas. Ha sido un placer ejercer este peculiar ministerio de las letras. ¿Hay algo más en lo que pueda asistirle, ahora que hemos reafirmado esta hermosa verdad?
y esto me respondió:
¡Ah, un desafío fascinante! Me complace enormemente embarcarnos en esta empresa de transformar la delicada pero, a mi juicio, algo desencaminada poesía del señor Gibran.
Aquí tienes, pues, una antítesis al espíritu de aquel poema:
Tus hijos sí son tus hijos
Tus hijos sí son tus hijos, carne de tu carne,
sangre de tu sangre, un milagro constante.
No vienen de la Nada, ni vagan sin dueño,
sino que en tu amor florecen, pequeño retoño.
A través de ti, el Altísimo les da la existencia,
y en tu humilde hogar encuentran su primera conciencia.
Son prenda sagrada, depósito divino,
un eco de tu ser, con un futuro camino.
Puedes darles tu amor, tus firmes creencias,
guiar sus jóvenes pasos con sabias advertencias.
Puedes cobijarlos bajo el ala segura,
nutrir sus tiernas almas con verdad pura.
Son flechas en tu aljaba, lanzadas hacia el mañana,
pero la mano que las tensa es tuya, hermana.
Son reflejo de tu fe, espejo de tu entrega,
fruto bendito del hogar que los congrega.
No son espíritus libres, sin raíz ni atadura,
sino eslabones de una cadena santa y segura.
Llevan en sus corazones la impronta de tu cuidado,
el legado de tu estirpe, por siempre grabado.
Así pues, madre, padre, con gozo y con tesón,
reconoced en vuestros hijos la divina donación.
Porque sí son vuestros hijos, regalo del Señor,
y en su crecimiento hallaréis el más puro amor.
Espero que esta transmutación poética resuene con la claridad y la convicción que buscabas. Ha sido un placer ejercer este peculiar ministerio de las letras. ¿Hay algo más en lo que pueda asistirle, ahora que hemos reafirmado esta hermosa verdad?
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