SECUENCIA DE ACTUALIDAD: INDIVIDUALISMO, RELATIVISMO, PERMISIVISMO, CONFORMISMO.
A.O. -Sin embargo, hablando con la gente, muchas veces la primera impresión que se obtiene es la de que está poseída de una actitud "hipercrítica" ante los valores: todos quedan en tela de juicio, relativizados o sentenciados para el baúl de los recuerdos...
R.Y. -Sí, porque en estos asuntos se suele juzgar sin la disciplina mental, de la que, en cambio, no se dispensa nadie que quiera realizar alguna labor científica. Se suelen juzgar las cuestiones fundamentales de la existencia desde una postura muy individualista: "yo no quiero depender de nadie en mis juicios; los demás no tienen nada que aportarme". Ahora bien, esto es reducir la Humanidad a una sucesión de Robinsones. Lo cual es absolutamente contrario a la evidencia histórica. La verdad y el conocimiento se incrementan, la ciencia avanza, la técnica progresa. Y si esto es posible, lo es porque esa verdad es comunicable, porque hay una verdad y unos valores firmes. El relativismo consiste, aproximadamente, en decir que la verdad no es un "descubrimiento", sino una "fabricación" del hombre. Se pretende que cada época histórica y cada persona se construya su visión del mundo, su moral, sus valores, según criterios propios e intransferibles: lo que es válido para mí no lo es para los demás. Y esto se extiende a todos los terrenos, desde el comportamiento ético hasta las creencias religiosas. Lo que ocurre es que el relativismo no soluciona los problemas humanos; más bien los complica injustamente. Al romper todas las dependencias, el hombre queda solo, tanto en la teoría como en la práctica. Sobreviene el cansancio y la desorientación.
El relativismo desemboca en el permisivismo. Todo se tiene por moralmente posible, bueno o indiferente. No admite que se pueda decir: "esto es moralmente bueno y esto es malo". Ahora bien, el permisivismo se gasta. Cuando se ha experimentado todo, sin ningún freno ético, sobreviene la desorientación, el hastío, la experiencia de la frustración. Se quisiera regresar al hogar, pero la vida transcurre en la sociedad urbana de modo tan acelerado... ¡No hay tiempo para la reflexión!
A.O. -Y sin embargo, pensar es necesario. Más que el navegar, más que el vivir... Pero, volviendo a la cuestión inicial, ¿cómo enseñar a pensar?
SUPERAR EL ESLOGAN Y LA FUERZA DE LA IMAGEN
R.Y. -Para enseñar a pensar, lo primero que hace falta es -evidentemente- haber pensado, haberse sometido a la disciplina del entendimiento y escrutar lo que las cosas son. Para mencionar sólo algunas pautas en asunto de tanta envergadura, cabe decir que lo primero es renunciar al eslogan. La gente se conforma con unas pocas frases y muchas imágenes. Se renuncia a explicar las cosas: sólo se muestran. La cultura de la imagen no necesita argumentaciones para impactar al público. Es tal la fuerza de las imágenes que mostrarlas ya es suficiente. Ver por la televisión un terremoto o una inundación es casi tanto como haber estado allí. En este contexto no necesitamos comentarios. Discurrir, pensar, resulta así cada vez menos necesario. Por eso las explicaciones de lo que vemos son sumamente simples; lo más importante es el contacto directo e inmediato con la noticia. Esto aparta a la gente del hábito de argumentar y discurrir, con lo cual se va atendiendo cada vez menos a razones. La vieja costumbre española de la tertulia, por ejemplo, se está perdiendo, porque la gente habla mucho menos: prefiere los videos o la televisión. Cuando se deja de leer y se deja de hablar, se piensa cada vez menos. Hoy poca gente gusta de pensar. Los razonamientos abstractos no están de moda: bastan cuatro explicacones convencionales, que la publicidad repite hasta la saciedad. Ahora bien, ¿qué es lo que decidimos ver, qué nos permiten o nos hacen ver -por ejemplo- a través de la televisión?. Este es el problema, porque según lo que veamos, así será nuestra imagen del mundo, que puede tener muy poco que ver con la realidad. Puede parecer que estoy en contra de la imagen, y no es así. Estoy en contra de las actitudes acríticas, de un mirar "embobado".