Quería conjugar
cada verbo en primera persona.
Era yo el sanador, el héroe,
el luchador, el guía.
Yo quien debía perseverar,
resistir, acertar.
En la batalla interior
era a la vez paciente y médico.
En el camino de fuera,
peregrino y meta.
Yo tenía que amar,
perdonar,
acoger, enseñar…
Y así crecieron los demonios
de dentro, camuflados de virtud.
Con nombres atractivos:
dedicación, entrega,
sacrificio, mérito,
valor, talento.
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