Los miserables maldecirán a todas las criaturas, y principalmente a aquellas que les fueron causa de su perdición. Así leemos en las vidas de los padres, de un santo varón que vio en revelación un pozo muy hondo lleno de grandes llamas de fuego, y en medio de ellas andaban un padre y un hijo, atados uno a otro, maldiciéndose entre sí con grandísima rabia.
El padre decía:
«Maldito seas, hijo, que por dejarte rico me hice usurero, y por esto me condené».
Y el hijo decía: «Maldito seas, padre, que pensando que me hacías bien, me destruiste, pues me dejaste la hacienda mal ganada por la cual me condené».
Ojalá que Dios te ayude, que puedas arrepentirte de todas tus mentiras y fraudes y repararlas para que no te condenes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario