



Desde la Edad Media el día entero, fuera de noche o de día, había en la torre más alta de la iglesia de Santa María un vigilante que advertía de incendios, de enemigos que se acercaban a la ciudad y de otros peligros. Una de las responsabilidades del vigilante era hacer sonar el toque de trompeta: inicialmente, solo al amanecer y al atardecer, para avisar sobre la hora de la apertura o cierre de las puertas de la ciudad y más tarde, desde el siglo XVI —cada hora—.





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