Había un Santo varón (no señala el lugar donde sucedió) que deseaba grandemente ver en alguna manera, así las penas de los Condenados, como la gloria de los Bienaventurados, para alentarse mas a seguir esta, y huir de las otras.
Alcanzó este favor de nuestro Señor que lo llevó en espíritu un Ángel, al lugar del Infierno: y entre muchas otras penas, vio un padre, que con rabia se maldecía, y maldecía a su hijo. Maldita sea, decía, maldita la hora en que engendré; maldito por cuanto por ti trabajé, pues por dejarte con que vivir a placer, rico, y honrado, me hice usurario, condenando mi alma a tan insufrible tormento. Le reconocía con igual coraje su hijo, diciéndole: Maldita sea la hora en que me engendraste; pues como si no fueras mi padre, así no cuidaste de mi, ni me enseñaste a guardar la ley de Dios, ni sus mandamientos; a pecar si, a estragar mis costumbres en vicios, a profanidad en vestidos, a sustentar fausto con haciendas ajenas, a fraudes en ventas, y compras, a usuras en tratos: jamas me fuiste a la mano en lo malo, ni me la diste para lo bueno: por ello padezco tormentos eternos.
Aquí el Ángel dijo al santo varón: Triste cosa es oír esas maldiciones, no paremos mas en este lugar.
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Lo subió al punto a los jardines del Cielo, donde vio un padre, y un hijo gozándose, y dándose mil parabienes del estado en que se hallaban, y de los medios por los que lo consiguieron.
Bendito seas de Dios, decía el hijo al padre, que así enderezaste los caminos de mi juventud; procuraste que con las letras aprendiese virtud, que me inclinase a la Iglesia, temiese a Dios, y huyese su ofensa: me corregiste, cuando en algo excedía, y me advertías cuando en algo faltaba, ya con el premio del bien, ya con el castigo del mal. Ahora gozo del fruto de tu enseñanza,con los premios de mi obediencia. Por la que me tuviste hijo (replicaba el padre) te bendiga Dios por su eternidad, que tan bien lograste mis buenos consejos, y tan bien gobernaste tus pasos, que derecho arribaste a esta soberana Corte, donde me gozo, y te gozas, y seguros nos gozamos ambos en Dios. Bendita la hora en que te engendré, y bendito el día en que naciste para tanto bien tuyo, y mío; pues no es poca la gloria que a mí me cabe de la que tu por mi cuidado alcanzaste; y veo yo que posees.
Dichosos padres, y dichosos hijos, a quien tales bendiciones tocaren; y desdichados aquellos sobre los que las contrarias maldiciones cayeren.
Martín de Roa
TRES AÑOS CUMPLIDOS !!!!
Hace 11 años
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