Dios ha puesto en nuestro corazón el deseo de buscarle y encontrarle. San Agustín dice: "Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en ti". Este deseo y búsqueda de Dios lo denominamos RELIGIÓN. [2730]
Para el ser humano es natural buscar a Dios. Todo su afán por la verdad y la felicidad es en definitiva una búsqueda de aquello que lo sostiene absolutamente, lo satisface absolutamente y lo reclama absolutamente. El hombre sólo es plenamente él mismo cuando ha encontrado a Dios. "Quien busca la verdad busca a Dios, sea o no consciente de ello" (santa Edith Stein). 05, 281-285
El hombres es "capaz" de Dios.
¿Podemos conocer la existencia de Dios mediante la razón?
Sí. La razón humana puede conocer a Dios con certeza. [31-36, 44-47]
El mundo no puede tener su origen y su meta en sí mismo. En todo lo que existe hay más de lo que se ve. El orden, la belleza y la evolución del mundo señalan más allá de sí mismas, en dirección a Dios. Todo hombre está abierto a la Verdad, al Bien y a la Belleza. Oye dentro de sí la voz de la conciencia, que le impulsa hacia el Bien y le alerta ante el Mal. Quien sigue esta pista razonablemente encuentra a Dios.
¿Por qué entonces los hombres niegan a Dios, si pueden conocerlo mediante la razón?
Conocer al Dios invisible es un gran reto para el espíritu humano. Muchos se acobardan ante él. Otros no quieren conocer a Dios, porque ello supondría tener que cambiar su vida. Quien dice que la
pregunta acerca de Dios carece de sentido, porque no se puede resolver, se lo pone demasiado fácil. [3738] 357
¿Se puede acaso captar a Dios mediante conceptos?
¿Podemos hablar con sentido acerca de él?
Aunque los hombres somos limitados y la grandeza infinita de Dios nunca cabe en los conceptos humanos finitos, sin embargo, podemos hablar acertadamente de Dios [39-43, 48]
Para decir algo acerca de Dios utilizamos imágenes imperfectas y representaciones limitadas. Cada palabra sobre Dios está por tanto bajo la reserva de que nuestro lenguaje no está a la altura de la grandeza de Dios. Por eso debemos purificar y perfeccionar una y otra vez nuestra manera de hablar de Dios.
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