Si la palabra dada no tiene importancia, o si no existen cosas tales como el bien y el mal, o, si no existe una ley natural,
¿cuál es la diferencia entre algo justo o injusto?,
¿Acaso no se contradicen al mostrar que, digan lo que digan, en la vida práctica reconocen que hay una ley de la naturaleza humana?
El relativismo, al no tener una referencia clara a la verdad, lleva a la confusión global de lo que está bien y lo que está mal.
Si se analizan con un poco de detalle sus argumentaciones, es fácil advertir -como explica Peter Kreeft- que casi todas suelen refutarse a sí mismas:
“La verdad no es universal” (¿excepto esta verdad?).
“Nadie puede conocer la verdad” (salvo tú, por lo que parece).
“La verdad es incierta” (¿es incierto también lo que tú dices?).
“Todas las generalizaciones son falsas” (¿esta también?).
“No puedes ser dogmático” (con esta misma afirmación estás demostrando ser bastante dogmático).
“No me impongas tu verdad” (tú me estás imponiendo ahora tus verdades).
“No hay absolutos” (¿absolutamente?).
“La verdad solo es opinión” (tu opinión, por lo que veo)…
De un artículo de Alfonso Aguiló.
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