Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Aquel que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Mirad: Él viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén. Dice el Señor Dios: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.»
Palabra de Dios
Evangelio según San Juan 18,33b-37.
En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?»
Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?»
Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
Palabra del Señor
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Cristo es un rey que no domina sino que nos eleva a su dignidad.
Y esto, ¿quién lo entendió? Lo entendió bien uno de los dos ladrones que son crucificados con Él, llamado el “buen ladrón”, que Le suplica: «Jesús, acuérdate de mí cuando entraras a tu reino» (Lc 23,42). Pero este era un malhechor, era un corrupto y estaba ahí condenado a muerte por todas las brutalidades que había hecho en su vida. Pero ha visto en la actitud de Jesús, en la humildad de Jesús el amor. Y esta es la fuerza del reino de Cristo es el amor. Por esto la majestad de Jesús no nos oprime, sino nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a recorrer los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón. Miremos la Cruz de Jesús, miremos al “buen ladrón” y digamos todos juntos lo que ha dicho el “buen ladrón”: «Jesús, acuérdate de mí cuando estarás en tu reino». Todos juntos, ”: «Jesús, acuérdate de mí cuando estarás en tu reino». Pedir a Jesús, cuando nosotros nos sentimos débiles, pecadores, derrotados, de mirarnos y decir: “Pero, Tu estas ahí. No te olvides de mí”.
Ante tantas laceraciones en el mundo y tantas heridas en la carne de los hombres, pidamos a la Virgen María sostenernos en nuestro compromiso de imitar a Jesús, nuestro rey, haciendo presente su reino con gestos de ternura, de comprensión y de misericordia.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)
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