La familia es el último refugio que queda antes de que los poderes de este mundo se abalancen sobre el individuo aislado y necesitado para venderle con mentiras cualquier veneno disfrazado de felicidad.

hola walter

hola walter
«Soy el único exorcista que trabaja siete días a la semana, desde la mañana hasta la tarde, incluidas Nochebuena y Semana Santa»

NO HAY PAZ SIN JUSTICIA

La paz se construye con la verdad.
HIJOS: NO PERMITAN QUE LA MALDAD LOS SEPARE NI LOS ENFRENTE. LA MALDAD ADOPTA "FORMAS Y MODOS QUE SON INSOSPECHADOS" PARA PODER ANIQUILAR DONDE HAY UNION. UNA VEZ QUE LOGRA METERSE EN EL VINCULO Y DESESTABILIZARLO, VA POR CADA UNO POR SEPARADO. ALEJENSE Y ALEJEN DE SUS VIDAS TODO LO QUE QUIERA SEMBRAR INDIVIDUALISMO Y DESUNION. LOS AMO.

WALTER RAK (DNI 14.593.322) Y EL TRIBUNAL DE FAMILIA N 2 DE SAN ISIDRO: COMPLICES

REPARACION Y JUSTICIA

LAS HISTORIA QUE NO ESTA SANADA NO TE PERMITE IR PARA ADELANTE.

"HUIR DE LOS PROBLEMAS ES UNA CARRERA QUE JAMÁS GANARAS"

"MI CONFIANZA ESTÁ PUESTA EN DIOS"

"EN JESÚS CRUCIFICADO DIOS QUIERE ALCANZAR AL PECADOR, EN SU LEJANÍA MÁS EXTREMA, JUSTAMENTE ALLÍ DONDE SE PERDIÓ Y SE ALEJÓ DE ÉL"

"EL MUNDO (el ambiente socio-cultural) TE PROMETE COMODIDAD. PERO TU NO FUISTE CREADO PARA LA COMODIDAD SINO PARA LA GRANDEZA" BENEDICTO XVI

Hijos los amo

Hijos los amo
Si un escritorio desordenado es signo de una mente desordenada, entonces, ¿Qué hemos de pensar de un escritorio vacío?
Albert Einstein


Sufrir por amor, solo en tu cruz Señor es posible. Gracias.

Sufrir por amor, solo en tu cruz Señor es posible. Gracias.

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viernes, 25 de octubre de 2013

Y esta es otra de las tantas cosas que no podes "comprar" walter...

Para los tres:




#PapaFrancisco: Confesar nuestros propios pecados no es ir a un sillón del psiquiatra, ni ir a una sala de tortura: es decir al Señor: ‘Señor, soy un pecador’, pero decirlo a través del hermano, para que esta afirmación sea eficaz. ‘Y soy un pecador por esto, por esto y por esto”. 25 de octubre del 2013 (Radio Vaticana/Aleteia) La homilía de esta mañana, en la Misa celebrada en la Casa Santa Marta, se ha centrado totalmente en el Sacramento de la Reconciliación. Confesarse, ha dicho, es ir hacia el amor de Jesús con sinceridad de corazón y con la transparencia de los niños, no rechazando nunca sino acogiendo “la gracia de la vergüenza” que nos hace percibir el perdón de Dios. Para muchos creyentes adultos, confesarse ante el sacerdote es un esfuerzo insoportable, que a veces les lleva a esquivar el Sacramento, o una pena tal que transforma un momento de verdad en un ejercicio de ficción. San Pablo, en la Carta a los Romanos, comentada por el Papa Francisco, hace exactamente lo contrario: admite públicamente ante la comunidad en la que “en su carne no habita el bien”. Afirma ser un “esclavo” que no hace el bien que quiere, sino que realiza el mal que no quiere. Esto sucede en la vida de fe, observa el Papa, por lo que “cuando quiero hacer el bien, es el mal el que está a mi lado”. “Esta es la lucha de los cristianos. Es nuestra lucha de todos los días. Y nosotros no siempre tenemos la valentía de hablar como habla Pablo sobre esta lucha. Siempre buscamos una vía de justificación: ‘Pero sí, todos somos pecadores’. Pero, ¿lo afirmamos así, no? Esto lo dice dramáticamente: es nuestra lucha. Y si no reconocemos esto, nunca podremos tener el perdón de Dios. Porque si el ser pecador es una palabra, una forma de hablar, una manera de decir, entonces no necesitamos el perdón de Dios. Pero si es una realidad que nos hace esclavos, necesitamos esta liberación interior del Señor, esa fuerza. Pero lo más importante aquí es que para encontrar la vía de salida, Pablo confiesa a la comunidad su pecado, su tendencia de pecado. No la esconde”. La confesión de los pecados hecha con humildad y es eso “lo que la Iglesia nos pide a nosotros”, recuerda el Papa Francisco, que recuerda también la invitación de Santiago: “Confesad entre vosotros los pecados”. Pero “no, aclara el Papa, para hacer publicidad”, sino “para dar gloria a Dios” y reconocer que es “Él el que me salva”. He aquí la razón, prosigue el Papa, para confesarse uno va al hermano, “al hermano cura”: Para comportarse como Pablo. Sobre todo, destaca, con la misma “eficacia”. “Algunos dicen: ‘Ah, yo me confieso con Dios’. Esto es fácil, es como confesarte por e-mail, ¿no? Dios está allá, lejos, yo le digo las cosas y no ha un cara a cara. Pablo confiesa su debilidad a los hermanos, cara a cara. Otros dicen: ‘No, yo me confieso’, pero se confiesan de tantas cosas etéreas, tan en el aire, que no concretan nada. Esto es lo mismo que no hacerlo. Confesar nuestros propios pecados no es ir a un sillón del psiquiatra, ni ir a una sala de tortura: es decir al Señor: ‘Señor, soy un pecador’, pero decirlo a través del hermano, para que esta afirmación sea eficaz. ‘Y soy un pecador por esto, por esto y por esto”. Concreción, honestidad y también, añade el Papa Francisco, una sincera capacidad de avergonzarse de los propios errores, no hay caminos en la sombra alternativos al camino abierto que lleva al perdón de Dios, a percibir en el profundo del corazón su perdón y su amor. Aquí el Papa pide que imitemos también a los niños. “Los pequeños tienen esta sabiduría, cuando un niño viene a confesarse, nunca dice cosas generales. ‘Padre he hecho esto, y esto a mi tía, al otro le dije esta palabra’ y dicen la palabra. Son concretos, ¿eh? Y tienen la sencillez de la verdad. Y nosotros tendemos siempre a esconder la realidad de nuestras miserias. Pero hay una cosa muy bella: cuando nosotros confesamos nuestros pecados, como están en la presencia de Dios, sentimos siempre la gracia de la vergüenza. Avergonzarse ante Dios es una gracia. Es una gracia: ‘Me avergüenzo’. Pensemos en Pedro, cuando después del milagro de Jesús en el lago dijo: ‘Señor aléjate de mí, que soy un pecador’. Se avergonzaba de su pecado ante la santidad de Jesucristo”. — 


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