La posmodernidad ha reemplazado la verdad por la opinión, el bien por el placer, y la belleza por el espectáculo. Y lo más preocupante es que se aplaude. Se vive en un mundo donde cuestionar la confusión es “intolerancia”, y corregir el error es “violencia simbólica”. Pero una cultura sin verdad se pudre desde adentro. No hay civilización sin raíces. Y no hay raíces sin verdad.
Defender la verdad no es odio. Es amor a la humanidad.
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